Todos hemos oído hablar de Charles Darwin y conocemos su teoría de la evolución. A grandes rasgos explica que la supervivencia de las especies esta condicionada por su adaptación al medio ambiente, derivada del efecto combinado de la selección natural y de mutaciones aleatorias.
¿Qué tiene que ver esto con la formación? Bien, dado que es improbable que una mutación espontánea genere empleados más cualificados, quiero centrarme en el primer punto de su teoría: “los individuos mejor dotados y con modificaciones favorables para hacer frente al medio ambiente tienen más posibilidades de sobrevivir”.
Las ventajas evolutivas son evidentes al observar los afilados colmillos de un tigre o el caparazón de la tortuga, pero respecto a los humanos son resultado de la extraordinaria capacidad creativa de nuestro cerebro.
Desafortunadamente hemos sufrido la colisión de un meteorito económico. Las empresas desaparecen y la lista de desempleados crece precipitadamente. Surgen dos realidades evidentes:
1º – Las empresas que no se adapten al nuevo entorno hostil tendrán una vida corta. Dado que actualmente el valor diferencial lo aporta el capital humano las compañías deben apostar por formar a sus empleados hoy más que nunca. Que los comerciales negocien mejor, los técnicos sean más innovadores o que todo el personal tenga más orientación al cliente dotará a nuestra compañía de las garras y dientes que garantizan la supervivencia frente a la competencia.
2º – Como empleados es evidente que los puestos de trabajo no abundan pero mantener o incluso mejorar nuestras posibilidades laborales depende especialmente de nosotros mismos. Formarse no inmuniza ante la posibilidad de ser despedido pero si aumenta nuestras posibilidades de encontrar otro trabajo o incluso crear nuestra propia empresa.
Pero para tener éxito en esta evolución es requisito imprescindible conocer nuestras carencias formativas, o las de nuestra organización, y descubrir que competencias son más demandadas en el nuevo entorno. Antes de elegir donde invertir nuestro esfuerzo y presupuesto es necesario responder a numerosas preguntas “¿Formarse en qué? ¿Y como?”.
Durante cierto tiempo muchas empresas invertían en formación de forma impulsiva, el objetivo era simplemente premiar al empleado, reflejar las horas de formación en la Memoria de RSC o pasar una jornada divertida…ahora es el momento de la formación estratégica, que tenga un impacto positivo en la cuenta de resultados y aporte realmente valor al negocio de la compañía.
Los dinosaurios no pudieron adaptarse y desaparecieron. Evitar que nuestra empresa o nuestro desarrollo profesional sigan el mismo camino es inherente a adquirir nuevas competencias, adaptarnos a los cambios y ser polivalentes para que las actuales circunstancias no nos lleven a la “extinción laboral”.
Tal y como postulaba Darwin el proceso de evolución es gradual y sin cambios súbitos pero sobretodo es continuo. Y en gran medida este también debe ser el camino de la formación, progresiva y sin pausa. Convertir la formación en parte de nuestra vida se convierte en una cuestión de “supervivencia”.