Este caso es real, aunque nos ahorraremos el nombre de la empresa y los implicados. Pongamos que se trata de una profesional de RRHH de nombre Eva, a quien se le pide que investigue la causa de la pronunciada caída de productividad de un empleado, (llamémosle Pedro) durante el último trimestre.
Cuando Eva fue a la oficina de Pedro, no está allí, por lo que deja una nota pidiéndole que se ponga en contacto para reunirse. Acabando la jornada Pedro escribe un email a Eva explicándola que está muy atareado y solo podrían verse alrededor de media hora al final o inicio de la jornada la próxima semana.
Eva pide el registro de entradas y salidas de Pedro, cuyo horario era de 08:30 a 18:00. Durante los siguientes días se acerca a la oficina de Pedro para hablar, pero siempre está vacía, y se decide a investigar más.
Al final descubre que Pedro estaba trabajando en otra empresa desde hacía tres meses. Esta empresa estaba sólo a unas calles de distancia y el horario era de 09:00 a 17:30, por lo que Pedro, decidido a mantener ambos trabajos y sus respectivos sueldos, llegaba a la empresa de Eva para fichar a las 8:30, trabajaba un rato y se iba a la nueva empresa donde realizaba una jornada completa, hasta que a las 17:30 corría para trabajar la media hora que quedaba en su primer trabajo y fichar a la hora de salida.
Lógicamente en cuanto el Dtor. de RRHH fue notificado de esta situación Pedro resulto despedido, pero lo más grave es que un empleado pudiese mantener en secreto este fraude sin que su Responsable directo detectase nada anómalo. La consecuencia inmediata fue su apercibimiento y cambio de departamento.
Pero el resultado más significativo fue un cambio radical respecto al sistema de medición del rendimiento de los empleados.
Luis Miguel Fuentes Gutiérrez
Socio Director
In Confidence